lunes, 10 de febrero de 2014

EL MARAVILLOSO MUNDO DE REID MILES

Creo que podría diferenciar una portada diseñada por Reid Miles hasta desde lo alto de un rascacielos. La de discos que habrá vendido Blue Note sólo por sus hipnóticos trabajos. Ellos descubrieron, para nuestra ¿desgracia?, que un envoltorio bonito y estiloso puede convertirse en el desencadenante de una compra compulsiva. Luego ya se verá lo que hay dentro.

De Miles se ha dicho "que sabía captar perfectamente lo que el músico quería transmitir, y lo plasmaba habilidosamente en la cubierta". Suena precioso, pero es mentira: A Reid Miles ni siquiera le gustaba el jazz. Blue Note le regalaba un par de copias de cada disco una vez terminado. Con los años acabó confesando que ni las escuchaba. Se las llevaba a una tienda de discos de Manhattan para cambiarlas por algo de música clásica, que era lo que de verdad le iba. Un tipo práctico.


Nacido en Chicago en 1927, su infancia fue más bien dificililla. Se desplazó a California con su madre, para al tiempo alistarse en el ejército, justo cuando la guerra terminaba. Allí fue expulsado por robar neumáticos (¿!) y sabemos que terminó matriculándose en el Instituto Californiano de las Artes, donde aprendió los rudimentos del negocio.

Para nuestra suerte, decide buscar trabajo en Nueva York, y es John Hermansader, diseñador para Blue Note por entonces, quién le consigue sus primeros encargos. Compagina su trabajo en la revista Esquire con las portadas para el sello azul. Aunque fue dando botes de agencia en agencia (donde coincidió, por ejemplo, con Andy Warhol) hasta que descubrió que era de freelance como más cómodo trabajaba. Y así, entre 1952 y 1967 Reid Miles diseñó casi 500 cubiertas para discos de jazz. 

Un par de ejemplos de cómo eran las cubiertas justo antes de la era Reid Miles (Bluenote.com)

Miles desarrolló su trabajo en una época de fuerte transición para los diseñadores. En 1939 el pionero Alex Steinweiss había creado la que se considera primera portada de un disco. Hasta entonces las discográficas se limitaban a envolver el vinilo en un sobre con el título y poco más.

Durante los años 40 el negocio estuvo en manos de los ilustradores. Las carpetas presentaban profusión de dibujos y textos hábilmente mezclados. Pero ya para mediados de los años 50 las técnicas de impresión comenzaban a permitir la inclusión de fotografías (todavía con un coste elevado) Esto supuso una auténtica revolución, ya que los artistas pop prácticamente exigían aparecer posando en el frontal de sus discos. En el jazz este gusto por la fotografía tardó algo más en imponerse. El resultado fue contundente: los ilustradores (algunos auténticas eminencias, como Jim Flora) fueron desapareciendo de las plantillas de las compañías discográficas en beneficio de los fotógrafos.

Ya sabes lo que te vas a encontrar dentro: el poder atronador de la batería de Art Blakey

Históricamente Blue Note siempre ha sido una discográfica modesta, donde la falta de medios se suplía con imaginación y creatividad. Si eras un tipo con talento, te quedabas, y lo cierto es que Alfred Lion, el gran jefe, tenía olfato para detectarlos y argumentos para retenerlos. Y por ahí, en medio de estos convulsos cambios, comenzaba a emerger un joven Reid Miles, aunque no era exactamente ni ilustrador ni fotógrafo. La genialidad de Miles estaba en el uso absolutamente económico que hizo de los medios de que disponía. Y mucho de ese estilo lo siguió conservando después, cuando ya no era necesaria la contención de costes. Había inventado todo un lenguaje visual: impactante, funcional y sobretodo reconocible.

A principios de los años 50 los ajustados presupuestos todavía no permitían a Blue Note utilizar la fotografía en todas sus cubiertas. Las ilustraciones comenzaban a estar en desuso, y también encarecían el producto final. Incluso la cuatricromía era todavía un lujo. Con todas estas restricciones, Reid Miles comienza a desarrollar el estilo gráfico más copiado de la historia de la música.
Bicromía en una portada inmortal: "Newk´s time" de Sonny Rollins

El color (o la falta de él)

Primera característica absolutamente diferenciadora de las cubiertas de Miles. Algo intermedio debía haber entre el espartano blanco y negro y el prohibitivo todo color. Y Miles lo encontró. La bicromía abarataba considerablemente el proceso, pero es que además, bien usada, confería un estilo elegante, sencillo y vanguardista. Recurso muy habitual en sus portadas más legendarias. Sobre todo en azul, pero también en rojo, en verde, naranja... no importa, siempre es un acierto. Desde el "Blue Train" de Coltrane al "Newk´s time" de Sonny Rollins. Así, en la serie 4000 confluyen sus diseños más aplaudidos con una larga lista de cumbres creativas de los grandes capos del hard bop.

Rotunda y absoluta: "Unity" de Larry Young (1966) La tipografía al poder

Tipografía enorme y solitaria

Personalmente es la cualidad que más admiro de Miles. Seleccionar los tipos de letra más adecuados entre los millones existentes y saber combinarlos magistralmente no es una tarea sencilla. Pero es que las letras no sólo estaban en la portada, sino que eran la portadaY el uso desproporcionado del tamaño debía parecer una osadía de loco chiflado por aquella época. A él no le importó, y a los directivos del sello tampoco, porque el tiempo y el público ha terminado dándoles la razón. Las portadas que utilizan este recurso dan cierta sensación de urgencia. No hay sesiones fotográficas, ni tratamiento de la imagen. A lo sumo manipulación de la letra, que puede retorcerse, invertirse, recortarse o colocarse de forma nunca vista. Está el diseñador y su idea absolutamente desnuda, con la única ayuda de los tipos y su creatividad. Si eres Reid Miles, puedes conseguir una obra maestra en minutos. Pero si no lo eres, tendrás que conformarte con un resultado mediocre.

Francis Wolff era asiduo del Van Gelder Studio, donde conseguía instantáneas como esta

Las fotografías de Francis Wolff

Conforme el asunto evolucionaba, Miles se iba convenciendo cada vez más de lo poderoso de incluir imágenes en las cubiertas. Y para esto Francis Wolff era el mejor. Hombre de la casa, Wolff en realidad era productor, aunque con una mentalidad bastante inquieta. Quién iba a imaginar que un aburrido ejecutivo del sello podía realizar unas fotografías tan impactantes y llenas de alma. Así que Reid Miles pronto se percató de que aquella indiferencia suya hacia el jazz podría encajar bien con la pasión que Wolff sentía hacia esta música. Y encajó, claro, porque se convirtieron en un tandem imbatible ideando portadas. A veces surgían algunos roces, porque la creativa mente de Reid Miles decidía, por ejemplo, reducir la imagen a unos pocos milímetros cuadrados. O recortarla a tijera. O hacer composiciones imposibles con los estupendos retratos de Francis Wolff, haciendo saltar por los aires los cánones clásicos del noble arte fotográfico. Pero la sangre nunca llegaba al río.

Uso poco ortodoxo de la fotografía: Cabezas cortadas o reducidas a la mínima expresión

Y no es fácil saber como un tipo que ni siquiera escuchaba jazz conseguía esa comunión entre la imagen y la música. Creo que no está demostrado que sea un requisito imprescindible identificarse con el contenido. Una prueba es que antes que él hubo músicos de cierto nivel, como Gil Melle, que diseñaron portadas de jazz con un éxito más bien discreto. 

Avanzaba la década de los 60 y el interés de Reid Miles por la fotografía no hacía más que crecer. Cada vez recurría más a ella. Utilizaba imágenes totalmente desenfocadas, o las pixelaba hasta la exageración. Tampoco sería difícil realizar una clasificación por temas, aunque son totalmente dispares: la belleza femenina, la arquitectura de la gran urbe, o los automóviles, a los que era muy aficionado. Comienza a utilizar sus propias instantáneas, muy reconocibles frente al clasicismo de su compañero. Y debió de pillarle el gustillo, porque coincidiendo con el declive como sello de Blue Note y la muerte de Francis Wolff en 1971, Reid Miles decidió volverse a la costa oeste y dedicarse en exclusiva a la fotografía. 

Dos diseños de Reid Miles en solitario. Sus fotografías son más experimentales que las de su compañero Francis Wolff
 
Y aquí le perdemos la pista. Hasta su muerte en 1993, dejó un impresionante legado de 500 cubiertas desbordantes de imaginación, con un estilo personalísimo e imitadísimo, y con decenas de subestilos que incluyen recursos absolutamente geniales nunca utilizados hasta entonces. Reid Miles es la envidia de los diseñadores actuales, y una referencia obligada capaz de dejar con la boca abierta a cualquiera con un mínimo sentido estético. Hoy es considerado, junto a Saul Bass, como probablemente la más importante figura del diseño gráfico de la segunda mitad del siglo XX. 

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